Salón de Entrada

Buenos días y bienvenidos a este pequeño rincón de la imaginación y la fantasía. Soy el Gran Bibliotecario de este lugar y seré su anfitrión en este paseo por los otros mundos. En esta biblioteca ustedes encontrarán relatos para todos los gustos: algunos les asustarán, otros les conmoverán, quizás se rían con algunos de ellos y espero que todos ellos les hagan vibrar de emoción.

Las obras que les iré presentando han ido surgiendo de mi humilde cabeza durante años. Algunas son obras primerizas, antiguas y, por tanto, ingenuas y con un idealismo propio de la juventud. Otras son historias de madurez, no aptas para todos los públicos y donde intento reflexionar sobre los temas que me preocupan. Sea como sea, espero que sean de su agrado, y por supuesto estoy dispuesto a recibir todo tipo de comentarios para, quizás en el futuro no escrito todavía, mejorar y ofrecer mejores historias que las presentadas aquí.

En cada entrada pondré un relato, o parte de él si resultara de una extensión inapropiada para una sola entrada de blog. También pondré el título de la historia y la fecha aproximada en que fue escrita.

Espero que disfruten con las historias, fantasías y sueños escritos en pergamino que presento aquí tanto como yo disfruté imaginándolas y transcribiéndolas para todos ustedes.

Y sin más preámbulos, pasen dentro de la biblioteca y espero que disfruten de su visita.

sábado, 3 de julio de 2010

El monje Tzu y la mariposa

Escrito en Enero de 2003


Chiang-Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar, ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu. Observó rápidamente a su alrededor, buscando desesperadamente unos brazos humanos a su alrededor. Pronto respiró aliviado, al comprobar que poseía sus dos brazos, con sus maravillosos cinco dedos en cada mano. Pensó que ese tipo de cosas no se apreciaban hasta que uno las echaba de menos. No obstante, no tenía nada de que preocuparse, pues allí estaba él, Chiang-Tzu, de una pieza.

Cuando Tzu miró a su alrededor pudo observar las translúcidas paredes de papel que separaban su habitáculo del resto de las habitaciones del templo. Las paredes de papel tenían un color pálido entre el blanco y el marrón. En la habitación sólo había una manta que se usaba para dormir y una jarra con agua. El resto de la habitación estaba ocupada por Tzu y por el aire de la montaña. Sin embargo, el habría jurado que había algo más en la habitación, una presencia inexplicable. Tzu pensó que debía estar afectándole ese sueño, y no pensó más en ello. El ambiente enrarecido de la habitación empezó a oprimir el alma de Tzu, que llegó a la conclusión de que odiaba aquel lugar.

Llevaba tres meses allí, practicando el arte de la meditación, en la paz más absoluta. En el templo taoísta de Lao-Tse nunca había ruido, jamás se oyó mayor sonido que el de los pájaros cantando en los jardines, gobernados por sauces llorones que reflejaban la tristeza del lugar; nadie podría haber dicho que allí se incumplía el voto de silencio que todos los residentes del templo juraban al entrar (ya fueran maestros o aprendices) Nadie hablaba jamás en aquel templo... hasta aquella mañana en que Tzu despertó de su peculiar sueño con un grito ahogado.

Cuando Chiang-Tzu se pudo calmar, se levantó y comprobó que tenía la frente cubierta de sudor y le costaba respirar. Tzu era un hombre pragmático; no creía en algo que se escapara a su mente racional. De hecho, últimamente Tzu no creía nada de nada, ya que la meditación le había dejado prácticamente insensible. Pensó esto en los escasos segundos que tardó en escuchar cómo se acercaban unos pasos acelerados a su habitáculo y enseguida vio al maestro taoísta del templo descorrer hacia un lado la puerta de papel de color beige y entrar en la habitación. Su expresión era furiosa, de eso no había ninguna duda. El monje no pronunció palabra, simplemente miró a Tzu. Él no necesitaba oír nada más: entre los monjes todo se decía con la mirada.

Y eso le bastó a Tzu para saber que ya era hora de marcharse del templo.

Nadie salió a despedirle cuando, minutos después, salió del templo por una gran puerta doble de madera pintada en tonos negros y rojos, decorada con grabados orientales dorados. El templo seguía en un silencio sepulcral cuando subió una hondonada y tomó el Gran camino del Este, que le llevaría a Pekín en busca de la civilización, algo añorado por Tzu desde hacía muchos años. Su carácter rebelde y a menudo antisocial le había llevado a abandonar su hogar hacía ya seis años, en busca de un sentido para su infeliz existencia llena de amargura. Durante su infancia buscó siempre el afecto de sus congéneres, pero estos se limitaron a ignorar a Tzu durante años, tomándolo por un niño problemático y molesto. Cuando descubrió el camino Taoísta, pensó que había encontrado una respuesta a sus plegarias, pero ahora había vuelto a perder el interés por la vida, y estaba dispuesto a abandonar la vida monástica y lanzarse al vicio más sórdido, con el fin de acabar pronto su existencia. “¡Y todo por culpa de aquella mariposa!” pensó Tzu mientras espantaba a un insecto que le estaba revoloteando. Lo que Tzu no sabía es que aquel insecto le proporcionaría lo que siempre había deseado.

Mientras avanzaba por el camino de tierra, el cual serpenteaba entre una maraña de árboles que formaban el bosque de la región, Tzu pensó que los monjes habían sido inteligentes al situar el templo en un valle hundido en medio de un bosque. Así evitarían la llegada inoportuna de curiosos y mirones. Se dijo que no debía pensar más en el templo, pero no podía evitarlo. Era la tercera vez que lo expulsaban de un templo por romper el voto de silencio. Y siempre por culpa del mismo sueño. Tzu no se podía explicar qué fuerza maligna se introducía en sus sueños y le obligaba a romper su voto de silencio, por el cual había luchado durante años. Llevaba media jornada de camino por el camino serpenteante, acompañado únicamente por los gorriones que invadían el silencio del bosque con su bello canto, cuando advirtió una luz brillante encima de una extraña piedra al lado del camino. Tzu no era de naturaleza curioso, pero no pudo resistirse a echar una ojeada a semejante fenómeno. A medida que se fue acercando a la luz pudo comprobar que una diminuta silueta se empezaba a dibujar entre la luz: era demasiado familiar para él... pero no sabía por qué. Cuando estuvo cerca de la luz, contempló a una mariposa batir sus alas grácilmente. Era ELLA, la mariposa de su sueño.

Tzu se sentó al lado de la piedra, pensativo, esperando resolver de alguna manera el significado de sus enigmáticos sueños. Estuvo allí tres horas, en silencio, intentando pensar qué hacer: no sabía si hablar a la mariposa o seguir contemplando su rápido y multicolor batir de alas; ella a su vez le contemplaba a él, o eso creía Tzu. Al fin se decidió a decirle algo a la mariposa; No tenía nada que perder:

- ¿Qué eres tú exactamente y por qué me persigues? – dijo Tzu.

A su mente llegó una voz que lo dejó atónito; algo que sus oídos nunca habían podido escuchar físicamente:

- Soy una mariposa, ¿no lo ves? Si quieres hablar conmigo, puedes hacerlo con tu mente; yo percibiré todos tus pensamientos. Es mejor eso a que otra gente te vea hablando solo, ¿no crees?

- Desde luego – respondió Tzu - ¿Realmente eres una mariposa? ¿Cómo puedes hablar conmigo? ¿Y cómo puedes leerme la mente?

- Naturalmente, no soy una mariposa de verdad. Las mariposas no hablan. Soy una persona encerrada en el cuerpo de una mariposa. Antiguamente me solían llamar Chen.

- Entonces, ¿eres una mujer?

- Sí, solía serlo.

- No me lo puedo creer – dijo Tzu – mi suerte va de mal en peor: me expulsan del templo y ahora estoy manteniendo una conversación con una criatura que ha creado mi desquiciada mente.

- El hecho de que tu cerrada mente no pueda entender algo, no significa que no exista. Soy tan real como tú, y estoy aquí con un propósito.

- No me puedo creer que una mariposa parlante me esté persiguiendo. Bueno – sonrió Tzu sarcásticamente - ¿y cual es ese propósito?

- Te llevo observando desde hace un mes. Te veo todas las noches cuando duermes y algunas veces incluso he conseguido entrar en tus sueños. Durante estos días me he propuesto protegerte de todo mal.

- Pues si querías protegerme, lo mejor que podrías haber hecho es dejarme en paz, ¡has arruinado mi vida y lo poco que me quedaba de cordura! ¡Ahora estoy solo, desesperado, sin un lugar adonde ir! ¡Te odio!

La mariposa comenzó a sollozar, o eso creyó Tzu, porque realmente él no sabía si las mariposas lloran.

- Lo siento, no quería ser tan duro, pero no puedo evitar ser así; ya lo decían mis padres, siempre lo dijeron: “Este niño no es normal, algún día acabará mal” – exclamó Tzu, en parte arrepentido por haber hecho llorar a la mariposa.

- No importa, estoy acostumbrada a recibir este trato. Pensé que serías alguien diferente a los demás, pero creo que me equivoqué – respondió Chen entre lágrimas.

- ¡No, por favor, no pienses eso, no tenía intención de herirte! Por favor, no te sientas mal, te rogaría que me acompañaras en mi camino a Pekín y pudiéramos hablar.

- ¡NO, NO DEBES IR A PEKÍN! – gritó Chen con su vocecilla – Si vas allí y te lanzas al vicio, el suicidio más lento que existe, no lograrás ser feliz jamás.

- ¿Y como sabes tú que yo pensaba hacer eso?

- ¿Recuerdas? Puedo entrar en tus sueños, leer tu mente y saber todo lo que se te ocurre. De todos modos, pienso convencerte de que no malgastes tu vida y por eso te acompañaré. Para cuando lleguemos a Pekín, cambiarás de idea.

- Lo dudo mucho – dijo Tzu levantándose del suelo y retomando el camino, con la mariposa a su lado.

Tzu y Chen continuaron avanzando por el camino, conversando. Tzu le contó la triste historia de su vida a Chen, la cual se sintió conmovida. Tzu pensó que, de alguna forma, se sentía atraído por Chen, pero no sabía porqué. Al menos agradecía el poder tener un compañero de viajes con quien poder mitigar su eterna soledad.

Al final de la tarde, mientras el sol empezaba a tomar un color rojizo y se perdía por debajo del horizonte, Tzu y Chen hicieron un alto en el camino en un pequeño claro en medio del bosque, cerca de donde discurría un pequeño afluente del gran río Yang-Tsé. Mientras la mariposa Chen contemplaba fijamente a Tzu, este se dedicó a buscar comida y leña para acampar y hacer una hoguera. Tras haber hecho esto, cocinó algunos frutos secos del bosque y se los tragó, más que nada por no morir de hambre, porque era una comida realmente pobre. Tzu no era bueno cazando ni recolectando; por eso no era bien tratado en su familia, unos miserables granjeros que le daban más valor a la tierra y a los animales que a su propio hijo.

- Tengo que confesarte una cosa – dijo la mariposa de repente, sacando a Tzu de su ensimismamiento.

- Te escucho – dijo Tzu, aún con la boca llena.

- Aun no te he explicado para qué estoy aquí.

- Es cierto, no he hecho más que hablar yo. Cuéntame tu historia.

Tzu escuchó atentamente todas las palabras que dijo la mariposa Chen. Ella le contó como pasó de ser una persona a ser una mariposa de vivos colores. Le explicó los motivos por los que, por algún extraño milagro, volvería a ser humana si alguien le declarara amor eterno. Tzu no salía de su asombro.

- Entonces, tú eras una mujer antiguamente.

- Exacto.

- Y sufriste mucho porque los hombres nunca te trataron con respeto.

- Si.

- Entonces, cuando hace unos años te quedaste dormida en medio del bosque, en pleno invierno, moriste, ¿no?

- Si, así es.

- Entonces, por Gracia Divina fuiste transformada en una mariposa, y estarás así hasta que algún hombre te ame de verdad y tú lo ames a su vez.

- Si, lo has entendido perfectamente.

- Bueno, ¿y que tengo que ver yo con todo eso? – preguntó Tzu, aunque ya sabía la respuesta.

- Tú eres la única persona que puede devolverme a mi estado original. Tú eres la única persona en el mundo que puede hacerlo, porque.... te quiero.

Tzu escupió de repente los últimos restos de comida que tenía en la boca, y empezó a toser, sorprendido por lo que acababa de decirle Chen. En unos escasos segundos, toda la vida de Tzu pasó por delante suya. “Pensándolo bien, no es una idea tan descabellada; por supuesto, en caso de creer la historia de la mariposa” pensó Tzu. Un dolor que no había experimentado jamás le empezó a punzar el corazón; la sensación de vacío que le había acompañado siempre, desapareció de repente; había una persona en el mundo que LO AMABA. Este sentimiento, nuevo para Tzu, lo dejó desconcertado. Deseaba creer en la palabra de la mariposa, pero su mente racional se lo impedía. Pronto notó como le faltaba la respiración, y esa sensación extraña le impidió ver como Chen sonreía, satisfecha y complacida.

- ¿No te das cuenta? Has sacrificado gran parte de tu vida para poder encontrar el Tao; y en parte lo conseguiste. Pero en el momento en que conseguiste tu objetivo no te quedaron metas por las que luchar. Tu vida dejó de tener sentido. ¿Me equivoco? – dijo la mariposa con un tono divertido.

Tzu permaneció quieto, luchando por acabar con ese pinchazo inexplicable que invadía su corazón, mientras le intentaba decir a la mariposa Chen que tenía que pensarlo.

- Por supuesto, no tengo ninguna prisa. Después de cinco años de vagar por el mundo buscando al ser que me liberara de este cuerpo, ahora puedo esperar un poco más. Pero recuerda esto: Trata de conocerme como yo te conozco, amarme como yo te amo, sentir lo que siento por ti, desearme como te deseo, quererme como te quiero, añorarme como te añoro, que todo surja entre nosotros y apartemos nuestros temores.

Tzu se fue a meditar una vez más, como largamente había hecho durante toda su vida. Pensó en lo que le había dicho la mariposa, llegó a la conclusión de que no podía estar engañándole, pues ya le había dado suficientes muestras de su poder mágico. Pero, por otro lado, Tzu jamás había creído en la magia, aunque las leyendas que había escuchado de niño le enseñaron a creer siempre en ella. Tzu continuó así, debatido entre dos pensamientos, durante horas. En un momento dado, pudo escuchar como la mariposa emitía un canto suave al otro lado del claro. Era una melodía melancólica y triste que narraba su desdicha.

Horas después Tzu tomó una decisión, se levantó y volvió para hablar con Chen, que dejó inmediatamente de cantar:

- ¿Por qué yo? –dijo Tzu.

- Porque eres un alma pura y virgen, estás atormentado porque el mundo no ha sabido darte cariño. No eres prisionero de la maldad de la civilización, y por eso eres la persona que amo. Al principio no lo tenía claro, pero tras observar tu silencioso llanto en el templo, comprendí que debía ayudarte; así como ayudarme a mí también, por supuesto – contestó Chen tranquilamente.

- Está bien, me lo tengo que pensar muy detenidamente. Tengo que conocerte, y me arriesgaré a confiar en ti, aunque nunca he creído en la magia ni en los encantamientos. Acompáñame hasta Pekín y cuando estemos llegando, te diré mi respuesta. ¿Conforme?

- Conforme – contestó Chen, mientras Tzu observaba cómo le brillaban sus ojos. Quizá de felicidad, pensó Tzu. Eso creía él... eso deseaba él.

Tzu continuó el camino hacia Pekín, acompañado de la mariposa Chen. Muchas veces recordó durante el viaje esos días del pasado, aquellos días de infancia en el campo, con sus padres; descaradamente despreciado por ellos, ignorado por el resto del mundo, hasta que decidió hacerlos desaparecer de su vida y huir. Pronto conoció el camino del Tao, y se apartó de la vida mundana. Por suerte, la meditación del templo no había acabado con todos sus sentimientos. Su mente se debatía aún entre dos pensamientos. Por un lado, no sabía como podría corresponder a ese amor que la mariposa le ofrecía, pues su mente no podía concebir la idea de amar a un insecto. Por otro lado, las palabras de la mariposa le parecían sinceras, y a medida que pasaban los días de viaje, Tzu se sentía más atraído por el magnetismo de la mariposa. La sensación de pinchazo en el corazón se reanudaba cada vez que Chen aparecía en su mente. “¿Es posible que esto sea lo que llaman amor?” se preguntó Tzu muchas veces durante el viaje.

La leyenda cuenta que Tzu y la mariposa compartieron todo el camino hacia Pekín; y a la tarde del vigésimo-quinto día de viaje, justo cuando llegaron a los límites de la ciudad, Chiang-Tzu se había enamorado perdidamente de la mariposa Chen. Según dicen las antiguas historias, Chen se estaba despidiendo finalmente de Chiang-Tzu, creyendo que había fracasado en su intento, cuando Tzu la cogió y la depositó entre sus dedos; la acarició y acercó su cara para darle un beso al pequeño insecto. Según cuenta la historia, jamás ningún ser humano dio un beso tan romántico y tan lleno de pasión como el que dio Tzu a la mariposa aquella tarde de primavera. En cuanto hubo hecho esto, una ráfaga de aire caliente envolvió a Tzu como un remolino durante varios minutos, mientras la mariposa lo miraba con ternura.

Tzu había supuesto que ella tomaría forma humana de nuevo, según le había contado. Sin embargo, no sucedió lo que Tzu había esperado, ya que ella no se tornó humana, sino él mariposa, exactamente como en su sueño. Era una mariposa, exactamente igual que Chen, con sus vivos tonos de negro y amarillo. Finalmente, la leyenda dice que Tzu consiguió la felicidad tan ansiada. Tzu y Chen se marcharon para siempre, y pudieron disfrutar de su amor mutuo. Para entonces, Tzu ya lo había comprendido... no era Tzu soñando que era una mariposa, sino que era una mariposa soñando que era Tzu. ¿O eran las dos cosas?

Para entonces, ya le daba igual. Tenía lo que más quería, a Chen. Y ahora, finalmente, sería feliz para siempre.

“DICEN QUE AL LLEGAR LA PRIMAVERA Y SALIR LAS MARIPOSAS A JUGUETEAR CON LAS FLORES Y VOLAR POR TODOS LOS LUGARES, EN REALIDAD SON LAS ALMAS DE TZU Y CHEN QUE SE AMARÁN PARA SIEMPRE”


FIN

sábado, 26 de junio de 2010

El Experimento

Escrito durante el año 2006.

Laboratorio Biológico 157 – Cubierta 5 – Astronave militar Achilles

Veo una luz... ahora puedo ver. Reconozco este lugar. Estas paredes grisáceas y metálicas. Estos aparatos. Esta celda de acero indestructible. Sin embargo, algo ha cambiado: yo no estaba aquí dentro. Recuerdo muy pocas cosas de lo que pasó antes de despertar. Mis garras están llenas de sangre, una sangre diferente a la mía. No puedo imaginarme en qué situación podía encontrarme anteriormente. De todos modos, noto algo raro en mí. Algo diferente. No puedo saber lo que es con exactitud.

Oigo unos pasos... pasos humanos. No sé como puedo saberlo, pero mi instinto me dice que tenga cuidado. Voy a hacerme el dormido, así podré enterarme de lo que está ocurriendo. Ya llegan... son dos. Están hablando entre ellos. Se acercan a mí. Me están mirando. Algo en mi interior me dice que debo odiarles, pero no sé porqué. Creo que hablan de mí.

- ¿Qué ordenes te han dado del Alto Mando?

- Tenemos que estudiar al ser capturado por la capitana Ripley, para comprobar el grado de éxito del experimento. Debemos estudiar el comportamiento de este espécimen, anotar cualquier cambio que se pudiera producir en su conducta e informar al Alto Mando. Aunque si por mí fuera destruiría de una vez a este bicho.

- ¿Y arriesgarte a que la Compañía realice una investigación? Ya sabes lo que le pasó a Ripley hace un tiempo. Se enfrentó por primera vez a uno de estos seres, y solo pudo destruirle tras hacer estallar el Nostromo, aunque hay algo en esa historia que no concuerda. A la Compañía le sentó muy mal ver la nave destruida. Supongo que es el estilo de la Compañía: se preocupan más por sus cacharros metálicos que por las vidas humanas. En fin, espero que se produzca algún cambio en el bicho y podremos largarnos de este infecto laboratorio.

- No se producirá ningún cambio. Son todos iguales. Llevan el odio en la sangre. Son asesinos perfectos y de tanta agresividad que me repugna el mero hecho de encerrarles y experimentar con ellos. Deberían estar todos muertos. Ellos no suelen realizar prisioneros, ¿lo sabías?

- No, la verdad es que lo único que sé sobre estos seres es lo que la capitana le dijo a toda la tripulación. Esperaba que tú me aportaras más información sobre ellos.

- Te voy a contar una anécdota sobre este “maravilloso” ser, este espécimen en concreto. Supongo que sabes que estos bichos surgen de unas estructuras similares a huevos, que eclosionan cuando el proceso de gestación ha sido completado. De estos “huevos” salen unos seres similares a aquel que tenemos encerrado en el tanque V-10. Para poder transformarse en lo que ves ante ti, primero debe iniciar un proceso simbiótico con otro ser: hasta ahora hemos comprobado que puede realizar este proceso con seres humanos y perros. Pero, a saber...

- Que asqueroso. Bueno, y ¿cómo se transforma finalmente en... esto?

- Ah, si. Bien, tras completar el proceso simbiótico, es expulsado desde el pecho de la víctima (acabando con su vida, claro) en una nueva forma muy agresiva y con un instinto totalmente asesino. Aunque en esta fase no es más grande que un gato. Después, tras un tiempo escondido, se produce una fase de evolución a una velocidad anti-natural y, finalmente, se convierte en lo que tienes ante ti. Un asesino perfecto, sin sentimientos. Este ser no experimenta el rencor, el odio, la duda, y no se plantea ninguna disyunción moral.

- Bueno, y la anécdota que me ibas a contar sobre este bicho?

- Ah, si. Aquí donde lo ves, nuestro amiguito penetró hace doce días en el sistema de ventilación de la colonia minera KF-1010 y acabó con toda vida orgánica que había en aquel lugar. Como ejemplo de su crueldad amoral, te diré que acabó incluso con los niños y los ancianos. ¡Por el amor de Dios, liquidó hasta a las mascotas! Y después de eso, le enseñó el camino a sus asquerosos compañeros para que invadieran el lugar y lo convirtieran en su nido. Ahora entiendes mi postura, ¿verdad? Esta clase de experimentos no hacen más que reafirmar que la Compañía tiene más aprecio por estos malditos bichos que por nuestras propias vidas.

- Supongo que tienes razón ¿Y, por qué estamos reteniéndole aquí si es un asesino y se merece que acabemos con él?

- Ya sabes: órdenes.

Mi vida siente desfallecer ante este cúmulo de acontecimientos. ¡Soy un asesino! ¡Por eso tengo mis garras ensangrentadas! Siento algo que jamás había sentido: arrepentimiento. ¿Qué me han hecho estos malditos seres? Ahora recuerdo. Recuerdo cuando nací. Tomé como cuerpo simbiótico a una niña humana. Salí expulsado de ella. Entonces, la maté. Oh no, ¿por qué me siento tan mal? Jamás había sentido esto respecto a la muerte de los demás. ¿Qué me está pasando? No lo comprendo...

***

Ahora recuerdo... después de aquello me convertí en lo que soy ahora. ¡Un ser despreciable! La historia que cuentan es cierta: destruí a todos aquellos humanos inocentes, y en aquel momento me sentí realizado. Ahora me doy asco. Desearía acabar con mi vida en este mismo instante. ¿Por qué me estoy arrepintiendo de todo lo que he hecho en vida? Nunca lo había hecho, y no pensaba que lo haría jamás. Ahora lo veo: antes no pensaba.

No, no puede ser, los humanos no serían capaces... ¿O sí? No debo pensar, debo actuar por instinto. Mi instinto me dice ahora que... ¡no puedo! No puedo actuar como lo hacía antes. Ahora comprendo lo que es vivir, y no puedo hacer lo que hacía antes. No puedo volver a asesinar. Ahora entiendo la forma de pensar de los humanos. No puedo asesinar sin un motivo...

***

Ripley... Ripley... Ripley... ¿De qué me suena ese nombre? Por lo que han dicho, es una criatura de mujer. Recuerdo que entre los míos era alguien conocido. Ahora recuerdo... acabó con muchos de los nuestros. ¡Si! Ahora sé quien es. Ella casi exterminó a mi raza. ¿Por qué hizo aquello? Pensaba que los humanos no mataban sin sentido. Ahora lo veo. Lo único que diferencia a nuestras razas es que nosotros matamos a nuestros enemigos, les damos muerte en batalla. Ellos no. Ellos nos capturan para experimentar con nosotros y torturarnos. ¡Un momento! ¡Vienen más humanos! Estos parecen soldados. Y traen algo pesado con ellos. Una caja metálica gigante. Huele a algo familiar. ¡No, no será verdad!

- Trasladamos al espécimen número 10 desde el Laboratorio Biológico 83. Las órdenes respecto a este espécimen las encontrarán en este sobre.

- Hmmmm, está bien.

- Por favor, firme aquí.

- Si, bien. Sáquenlo y colóquenlo por allí.

¡Mis temores eran ciertos! ¡Es uno de mis compañeros! Lo están sacando de la caja. Está en un tanque de agua. Lo trasladan cerca de donde está mi celda. Los soldados se marchan con la caja. Mi compañero parece estar inconsciente. ¿Entenderá él lo que significa estar inconsciente? ¿Soy acaso el único de mi especie que puede plantearse estas cuestiones? Recuerdo que antes no lo hacía. No pensaba, sólo actuaba. Empiezo a sentirme atrapado en esta jaula, pero no veo modo de escapar. Estos barrotes son muy duros. No deberían tenerme encerrado aquí, no quiero hacer daño a nadie. Ya no. He cambiado. Quiero salir de aquí. Espera, ¿qué van a hacer con él? Uno de ellos está mirando las órdenes. El otro le mira. Son unos verdaderos monstruos, ¡no tienen compasión ni piedad!

- De acuerdo, las órdenes dicen que le extraigamos parte de su sangre para que sea utilizada como un complemento a los nuevos rifles de asalto que la Compañía está fabricando.

- Un momento: ¿no había dicho la capitana que su sangre era como ácido, que corroía todos los metales?

- Si, exactamente, por eso debemos extraerla con materiales anti-corrosivos.

- ¿Y donde vamos a encontrar ahora mismo esos materiales?

- ¿A ti donde te enseñaron a pensar? ¡Ve a buscarlos! Y pregúntale a cualquier otro

- Está bien... que asco de trabajo.

Uno de ellos se va... a buscar nuevos instrumentos de tortura. No puedo permitirlo, ¡no lo permitiré! Golpearé estos barrotes hasta que pueda escapar de este sórdido lugar. Ahora entiendo mi naturaleza, ¡soy un asesino! Sin embargo, ahora tengo un motivo: acabar con estos crueles humanos que nos utilizan como cobayas. Si he de morir, será peleando y no en esta celda. El humano se está asustando: ahora sí que podrá apreciar un cambio en mi conducta, aunque será lo último que aprecie si salgo de aquí. Seguiré golpeando los barrotes con toda mi furia. Ahora entiendo la naturaleza de mi raza. Somos supervivientes. Fuimos creados para adaptarnos a todas las situaciones hostiles, como esta. Ya casi está... El humano está cada vez más asustado, llama a sus amigos humanos. ¡Da igual, acabaré con todos ellos y con su crueldad!

- Puente de mando, Puente de mando, aquí Donner, tenemos un problema en el Laboratorio Biológico 157. Uno de los especimenes... sí, el especial... está intentando escapar de su celda. Y parece que lo vaya a conseguir, necesito refuerzos inmediatamente. Sí, en el Laboratorio Biológico 157, inútil. Por favor, es una cuestión de vida o muerte... Oh, no ... Ya está aquí, ¡se ha escapado! ¡Viene hacia mí! ¡Que alguien me ayude! ¡Padre nuestro que estás en los ...!

- Donner, Donner, informe, ¿dónde está? Enviamos refuerzos para allá enseguida. ¿Donner?

Sí, enviad refuerzos, pobres y desvalidos humanos. Ahora podreis comprobar la furia de mi gente. ¡Hola, compañero! Supongo que no estarás a gusto en ese tanque de agua. Yo te liberaré y acabaremos con estos indeseables torturadores. Ah, sí. Recuerdo cómo se hacía. Ahora que lo pienso, no debería de saber nada de esto, parece como si ya hubiera estado aquí alguna vez. Como si yo hubiera sido uno de esos apestosos humanos. En fin, ahora no tengo tiempo. Liberaré a mi compañero y haremos lo que hemos venido a hacer.

***

Estoy en un pasillo de la nave, mi compañero ha caído muerto. Uno de esos soldados humanos acabó con él por la espalda, como un cobarde. Por suerte, no podrá contar esta anécdota a sus hijos. Ahora sólo estoy yo para escapar de aquí. Tengo que buscar las lanzaderas de emergencia, y podré ser libre. ¡No! Debo acabar con quien inició todo esto. Es mi obligación como soldado de mi especie. ¡Ripley! Sí, ahora me acuerdo. He oído que estás en la nave. El día de hoy se recordará como el día en que Ripley, la asesina de mi especie, caerá luchando contra mí.

Ahora lo entiendo: soy el único de mi especie que tiene poder de elección, y he elegido ser un asesino. Agradezco a estos miserables humanos lo que han hecho conmigo, porque me han hecho libre. Me han dado la libertad de elegir de qué forma deseo matarles. Me dirijo al puente de mando, seguro que encontraré allí a mi presa. Estoy cerca, puedo oler a los humanos. Sólo me separa de mi objetivo esta puerta. Debo entrar, aunque la puerta parece demasiado resistente. Está bien, les ganaré en su propio terreno... Ya oigo sus voces...

- Teniente, ¿qué es ese ruido que se oye fuera de la puerta?

- No lo sé, capitana. Me acaban de informar de que un espécimen se ha escapado del Laboratorio Biológico 157. Puede que sea él.

- No lo creo, teniente. Esos seres no son tan inteligentes como para haber llegado hasta aquí sin que nadie advirtiera su presencia. De todos modos, vaya a ver qué han sido esos ruidos. Y extreme la precaución.

- Si, señora.

Ya se acerca, ya está aquí. Espero que caiga en la trampa. Estoy muy nervioso. No debería, estoy entrenado para esto. Fui creado para esto. No puedo fallar. ¡Sí! Ha abierto las puertas, y se está acercando al animal.

- Señora, era sólo un gato. Nada importante.

- Está bien, tráigalo dentro y así nos evitará más problemas. Con ese bicho dando vueltas por la nave, habrá que extremar las precauciones.

- Sí, señora.....

- Teniente, ¿no tiene nada mejor que hacer que charlar conmigo?... ¿No me contesta?... ¿Teniente?

Ya eres mío, Teniente. ¿Te gusta sentirte enganchado a mi cola? Espero que si, porque será lo último que sentirás. Oh sí. Ripley. Aquí estás. Por fin, llevaba tiempo esperando este momento. Ahora se verá quien de los dos es más fuerte. No llames por radio a tus amigos humanos, ahora solo estamos tu y yo. Y uno de los dos no saldrá con vida de esta habitación.

- ¡General, General! Soy Ripley, necesito ayuda en el puente de mando. El bicho que se escapó del laboratorio está aquí. Ha matado al Teniente Richards y ha cerrado las compuertas. Me ha dejado encerrada con él. ¡Traigan refuerzos enseguida!

Pide ayuda, aunque estoy seguro de que nadie llegará. Por algo he saboteado los mecanismos de la puerta. Veo el miedo en tus ojos. El mismo miedo que yo tenía cuando estaba encerrado en aquella sucia jaula. Duele vivir con miedo, ¿verdad? Sabiendo que estás perdido, que has sido derrotado... ¡Un momento! Si la mato ahora me habré puesto al mismo nivel de barbarie que ellos. ¿De verdad quiero eso? ¿De verdad lo necesito? ¿Por qué tengo estas dudas? En otro tiempo no hubiera dudado. Sólo hubiera actuado. No puedo hacerlo. No sé porqué, pero no puedo hacerlo. Siento desfallecer. Estoy herido... Veo a mi enemigo delante de mí, con los ojos llenos de furia. No entiendo porqué... Caigo al suelo... siento la Muerte respirándome en la cara... Veo una luz...

***

Informe de la Compañía Weyland-Yutani A-560489383 sobre el incidente en la astronave militar Achilles.

El espécimen alienígena 6 escapó ayer del Laboratorio Biológico 157 y consiguió llegar hasta el Puente de Mando, donde fue abatido por la Capitana Ripley. Por los resultados obtenidos, el experimento X-84, que consiste en la implantación neurológica de mente y conciencia humana en un espécimen alienígena, fue un completo éxito. Según las grabaciones del incidente, se pudo observar que el espécimen utilizó en todo momento una capacidad de pensamiento creativo y espacial, que posibilitó que consiguiera llegar hasta el Puente de Mando. Inevitablemente, el ser cayó abatido por el láser de la Capitana Ripley. Creemos que estos seres pueden manifestar emociones y dudas en determinados momentos del periodo de pruebas del experimento. Anulando el componente emocional en los injertos a los próximos especimenes creemos que podremos obtener finalmente el modelo de guerreros que la Compañía necesita para su nuevo Ejército.

El Apóstol

Escrito durante el verano de 2007.


Extraído del diario personal de Roland Jette, Capitán del Acheron.

El fuego crepitaba en la chimenea con una pasión desenfrenada, con una fuerza semejante a la que podía generar un huracán. Yo y mis compañeros nos encontrábamos resguardados en la cabaña, perdida en lo más profundo de un islote sin nombre. Afuera llovía, de una manera atronadora, como si el propio Poseidón hubiera montado en cólera por nuestros terribles actos de piratería.

La cabaña era un lugar triste y desolado, adornado únicamente por unas cuantas sillas, una mesa, la chimenea y unos cuantos animales disecados que colgaban de las paredes. Algunos de los animales que posaban para nosotros con orgullo eran totalmente desconocidos para mí. No me atrevía a preguntar a mis compañeros qué clase de criaturas eran, para no demostrar mi gran ignorancia respecto a esto. Sin embargo, algunas de esas criaturas me ponían los pelos de punta. No era posible que en el mundo natural hubiera seres semejantes.

Aquél dia, sin embargo, era un día de fiesta para nosotros, a pesar del ambiente lúgubre iluminado únicamente por el impetuoso fuego. Habíamos conseguido un gran botín tras asaltar aquel barco español cargado de oro. Mi papel, por supuesto, se había limitado a permanecer en retaguardia mientras mis compañeros pasaban por el sable a todos aquellos que se atrevieron a oponerse a nuestro asalto. El botín fue considerable, y tras hundir el barco enemigo, acudimos a este islote sin nombre, donde nos encontrábamos ahora, repartiendo el botín y emborrachándonos sin control.

No sabría como explicarlo, pero me costaba unirme al jolgorio general de la escena. Había sido un buen golpe, sí, pero temía que hubiéramos atraído demasiado la atención de la Armada Española. Tarde o temprano vendrían a buscarnos, y no repararían en gastos para recuperar su tesoro.

Mientras pensaba en todo esto, una ráfaga de viento me sacó de mi ensoñación y vi como uno de los piratas salía de la cabaña, mientras groseramente nos comunicaba su intención de ir a orinar.

No he asimilado muy bien todavía ese lenguaje zafio y grotesco que suelen usar los piratas, aunque espero que con el tiempo pueda erradicar mis modales adquiridos durante la infancia en la mansión de mis padres.

No sé cuanto tiempo pasó, pero creo que fue el suficiente para que la gente empezara a inquietarse por el pirata que había salido a mear y que aún no había vuelto. Otro de los piratas (no sé ni quiero saber su nombre) decidió salir también para vaciar su vejiga y de paso buscar a su compañero perdido. Los demás ignoraron que su compañero se había ido y siguieron con su borrachera y sus partidas de cartas.

De repente, el cristal de una de las ventanas de la cabaña se rompió, lanzando miles de cristales en todas direcciones. Este suceso, sin duda, nos alertó a todos. El capitán, temiendo que los españoles nos hubieran seguido hasta este lugar, sacó presto su sable y se preparó para lo peor. Muchos otros siguieron su ejemplo. Yo me agazapé contra una esquina de la cabaña y me quedé muy quieto. Pasaron unos segundos que se me hicieron tan largos como un día sin pan, pero nada ocurrió.

El ambiente en la cabaña se había puesto tenso de repente. Un mortal silencio invadía toda la escena, interrumpida solo por el sonido de la lluvia y el viento que venía del exterior, a través de la ventana rota. Algunos piratas sacaron sus pistolas, apuntando a la oscuridad que había al otro lado de la ventana, mientras que el resto vigilaba que nadie (o nada) entrara por la puerta. Así estuvimos durante un largo e interminable minuto.

Mi horror se hizo patente cuando advertí que el pomo de la puerta estaba girando. No debía ser el único que lo vio, pues muchos de mis compañeros se volvieron hacia la puerta, esperando con sus pistolas a que entrara nuestro asaltante. El pomo fue girando cada vez más rápido, hasta que hizo el movimiento completo y la puerta comenzó a entreabrirse.

Lo que vino a continuación es difícil de recordar, puesto que sucedió todo muy rápido. Cuando la puerta terminó de abrirse, varias pistolas fueron disparadas, impactando en el cuerpo de un hombre, que cayó al suelo acribillado. Para nuestra desgracia, observamos que el hombre que habían abatido era uno de nuestros compañeros que habían salido fuera, lo que hizo que el capitán enfureciera. Sin embargo, no tuvo demasiado tiempo de lamentarse, pues dos disparos atronadores surgieron de la oscuridad de la ventana rota y fulminaron en el instante a dos de mis compañeros.

Todo el mundo se alejó de la ventana, echando el cuerpo a tierra por si se producía una nueva descarga de pólvora. El capitán y otros piratas comenzaron a recargar sus propias pistolas, y de nuevo el silencio reinó en la habitación. Pasamos en esta terrible situación durante un par de minutos más, hasta que uno de los piratas, cansado de tanto esperar, se levanto para dirigirse a la ventana y disparar su proyectil al hombre que estaba cazándonos.

El pobre diablo no llegó a efectuar su disparo, pues un virote certero le atravesó la garganta, tirándole de nuevo al suelo y haciendo que su muerte fuera lenta y agonizante. Mis compañeros, confiados al ver que nuestro enemigo usaba simples virotes, se confiaron y se arrastraron hacia la puerta de la cabaña, esperando salir de ella y rodear a la sombra invisible que nos amenazaba. Cuando uno de los piratas abrió la puerta para salir, un líquido verdoso le cayó en todo el rostro, haciendo que se cayera al suelo, agonizando por las terribles quemaduras que le provocaba una especie de ácido verdoso.

Los demás piratas, haciendo honor a aquella valentía que surge de la estupidez, salieron corriendo de la cabaña. Yo preferí quedarme dentro, junto a los cadáveres de mis compañeros, demasiado aterrorizado para hacer nada.

Los siguientes minutos fueron un caos. La noche se tornó día cuando varios fogonazos de disparos tronaban por toda la selva, mientras mi capitán intentaba dar algunas órdenes incoherentes a sus hombres. Pronto, los disparos fueron sustituidos por los gritos de agonía de mis compañeros. Yo seguí acurrucado en mi esquina, sollozando ante la masacre que se debía estar produciendo.

Al final, saqué valor de donde pude y me arrastré hacia el otro lado de la habitación, donde se encontraba el tesoro saqueado a los españoles. Mi idea era coger un poco para mí y huir de aquel infierno cuanto antes. El olor a pólvora era cada vez más intenso, y estaba comenzando a marearme de los nervios.

Hasta que, de repente, todo sonido de violencia cesó. Yo ya había dado cuenta de parte del oro y las joyas, pero de nuevo el temor me invadió. ¿Y si nuestro enemigo había acabado con todos mis hombres y estaba esperando a que saliera? Puede que todo fuera una trampa y estuvieran fuera emboscando a los que quedáramos dentro. Decidí que era más sensato volver a mi esquina y quedarme allí, intentando pasar desapercibido.

Un golpe seco me sobresaltó de nuevo cuando vi a mi capitán, con el sable en una mano y la otra tapándose una gran herida en el hombro, entrar en la cabaña, completamente exhausto. Miró y vio que yo era el único que quedaba con vida. Me ordenó que corriera, que saliera por la ventana y huyera. Entre sus palabras incoherentes llegué a comprender algo sobre ocultar un mapa que indicaba la localización de un gran tesoro. Yo no sabía a qué se refería, y el miedo me impedía mover los músculos.

Súbitamente, un nuevo disparo de pistola impactó sobre el capitán, hiriéndole en la pierna derecha. El capitán cayó al suelo, sangrando y sin poder detener sus numerosas hemorragias. Y entonces lo vi.

Su presencia era imponente. Era alto y vestía con unas túnicas de monje, unas túnicas marrones. Sin embargo, sus botas eran más propias de un aventurero. Su cara iba cubierta con una capucha y, por tanto, no pude distinguir su rostro. En una mano sostenía una ballesta de repetición, y en la otra una pistola de balines que aún humeaba. En su cinto podía verse una magnífica cimitarra de una factura hermosa y que, deducí, debía ser un arma poderosa en combate. Por si fuera poco, además iba armado con numerosas hachas arrojadizas, que seguro eran un arma mortal en sus manos.

Yo me encontraba paralizado por el terror, y me quedé embobado mirando la figura de nuestro atacante. ¿Él solo había provocado esta carnicería? ¡No podía ser! ¡Solo era un hombre! Pero… ¿Y si no lo era? Había oído demasiadas historias sobre fantasmas del mar vengativos, y al final me rendí ante la superstición.

La sensación de desesperación en aquella habitación aumentó cuando nuestro atacante habló, con una voz gélida y carente de emoción alguna. Intentaré transcribir aquí el diálogo de lo que se dijo aquella noche, pues puede resultar de interés para aquel que lea esto y que pretenda protegerse de semejante demonio:

- Donde está – dijo nuestro atacante, con esa voz átona y seca.

- ¡No lo sé, te lo he dicho! – mi capitán le respondió como pudo, mientras tosía y escupía sangre.

- No mientas, Kirk. Tú tienes el mapa, y lo quiero ahora.

- ¡No sé de qué mapa me hablas, desgraciado! ¡Llévate todo el oro, pero no me mates!

Nuestro atacante sonrió, o al menos eso dejó entrever su tono de voz tras la capucha.

- Kirk. Escúchame atentamente. No necesito ese triste oro que robasteis a los españoles. Sólo tu cabeza ya vale 500.000 doblones. Eso sin contar con las cabezas de todos tus secuaces. Probablemente, entre todos suméis unos 800.000 doblones. Bastante más de lo que vale todo ese tesoro que habéis robado. Así que… - en ese momento se agachó, acercando su cara a la de mi capitán – Dame una sola razón por la que no debería matarte ahora mismo y cobrar mi merecida recompensa.

- ¡Haz lo que debas hacer, sabandija! – y escupió contra nuestro enemigo, quien apartó su cara lentamente de la del capitán y comenzó a limpiarse la capucha de la sangre y saliva del escupitajo.

- No estás siendo razonable, Kirk. Verás. Realmente no he venido a cobrarme la recompensa. Sólo quiero el mapa. Si me lo das, olvidaré lo que ha pasado aquí y dejaré que tú y tu grumete salgáis con vida de esto.

Yo deseaba en mi interior que mi capitán fuera razonable y le entregara el mapa. Así podría evitar mi horrible y trágico destino final. Sin embargo, mi capitán era más orgulloso de lo que yo pensaba.

- ¡Un cobarde como tú nunca conseguirá llegar allí! ¡Antes arderé en el Infierno que entregarte mi mapa!

- Bien. Veo que ya has tomado tu decisión. Encontraré el mapa, tanto si me ayudas como si no. Espérame en el Infierno.

En ese momento, nuestro enemigo levantó su ballesta de virotes y disparó contra el capitán. Su cuerpo quedó flácido e inerte. Lo que significaba que solo quedaba yo. Y yo no sabía nada de mapas ni tesoros, yo quería volver a la plantación de mis padres y cultivar azúcar.

Lentamente, el misterioso asesino se acercó a mi y me ordenó que me levantara.

- Hmmm no hay recompensa por tu cabeza. No tendría objeto matarte. Aunque claro… siempre puedes ser más razonable que tu capitán y decirme donde tenéis el mapa. Conseguí articular unas pocas palabras mientras tartamudeaba del temor a perder mi propia vida si no le ayudaba.

- Señor… no… no lo sé. Yo soy nuevo en el barco. Solo llevo una semana a bordo. Ni… ni siquiera sabía que mi capitán tuviera ningún mapa específico, ni sé adonde lleva. ¡Se lo juro, señor!

- Te creo. No creo que Kirk fuera tan estúpido de traer el mapa a esta cabaña roñosa. Tengo una ligera idea de donde puede hallarse escondido.

- Entonces… ¿me va a matar? – dije con angustia.

- Te he dicho ya que no vales nada para mí estando muerto. No hay recompensa por tu cabeza, así que sería un malgasto de munición acabar contigo. A no ser que tengas ilusión por reunirte con tus compañeros.

- ¡No, señor, ya está bien así! ¡Gracias, señor, gracias!

- Vete de aquí, gusano. Ahora eres el capitán y el único tripulante delAcheron. Buena suerte. Quizás algún día valgas lo suficiente para que me interese por ti.

- Si, señor, lo que usted diga, señor.

Me levanté corriendo y me dirigí hacia la puerta, completamente aterrorizado. Salí de la cabaña y el asesino cumplió su palabra y me dejó en paz. Sin embargo, ahora que estaba a salvo, la curiosidad vencía al terror. Así que volví. Me asomé por la puerta, y el asesino seguía exactamente donde le dejé, mirando hacia el cuerpo del capitán muerto. Sin embargo, junto a él ahora había un perro, un pastor alemán anciano y de pelaje gris. El asesino parecía estar hablando con el chucho, lo que me sorprendió. Cuando el asesino advirtió mi presencia, me miró con cierto hastío.

- ¿Qué quieres ahora? Te he dejado vivir, ¿no? Disfruta de tu libertad.

- Señor, solo quería saber una cosa… ¿Cuál es su nombre?

Pareció pensárselo un poco antes de contestar.

- Mis enemigos me conocen como el Apóstol.

- ¿Es usted un sacerdote, señor? – contesté confundido.

- ¿Acaso importa? – y clavó su penetrante mirada en mí.

- No, señor, supongo que no.

- ¿Qué es lo que espera encontrar exactamente en el lugar que marca el mapa?

- Si te lo dijera, tendría que matarte – me contestó mientras se agachaba y acariciaba al perro.

En ese momento es cuando decidí que era muy sensato salir huyendo de allí para no volver jamás. Volví al Acheron con el poco oro que había podido robar de la cabaña, tomé uno de los botes salvavidas y puse rumbo hacia el horizonte, esperando que algún barco, aunque fuera de la Armada Española, me rescatase. Ahora estaba a salvo, pero el recuerdo de aquella noche me perseguiría por siempre. Y sobretodo el rostro de aquel despreciable ser. El Apóstol. Nunca olvidaría ese nombre. Me juré a mí mismo que, hasta el fin de mis días, impediría que ese hombre, si es que era un ser de carne y hueso, se hiciese con el mapa del capitán Kirk y llegase adonde sea que lleva el mapa. Lo juré por mi alma y por todo lo que es bello y honrado en este mundo.

El primer paso sería encontrar una nueva tripulación.