Escrito durante la primavera de 2003
El atardecer. La habitación está a oscuras. Me encuentro sola, con mis preocupaciones. Nadie parece entenderme; ni yo misma a veces me entiendo. Veo el sol poniéndose por mi ventana. Los rayos de luz desaparecen poco a poco de mi vista, mientras permanezco inmóvil sentada en mi cama. “¿Qué estoy haciendo aquí?”, me pregunto a ratos. Como no puedo responder, sigo callada, mirando al espejo en la otra punta de la sala. Estoy muy fea. Las lágrimas han hecho que se me corra el maquillaje. Total, ¿para qué me sirve si no puedo atraer la atención de ningún hombre? Ni siquiera mi marido parece prestarme atención. Me adora, haría todo por mí. Pero no me quiere de verdad. Por lo menos no me quiere como yo deseo.
Me levanto. Me dirijo al espejo y me miro bien. Si, desde luego estoy muy fea. No sé por qué mi marido se casó conmigo. Nunca fui rica, no soy guapa y no tengo estudios. Nunca le he preguntado qué vio en mí, pero tampoco me atrevo. Ahora está fuera, ha viajado a visitar a un pintor, un tal Leonardo. Supongo que también será muy feo, como la mayoría de pintores que he conocido. Aunque claro, tampoco he conocido muchos. No sé para qué querrá hablar con él. Supongo que querrá que le haga uno más de entre tantos retratos que se ha hecho ya. Mi marido es de los que piensan que retratándose se hacen inmortales. Para mí es solo otra distracción más.
Aunque claro, tampoco me han retratado nunca, así que no puedo opinar.
Me acerco a la ventana. Si, ya es de noche. La casa está tan vacía... Siempre que mi marido sale de viaje se lleva a casi todos los criados con él. Ahora mismo solo estoy yo con la cocinera y el mayordomo. Y no se puede decir de ellos que sean muy habladores. Igual dentro de un rato bajo a cenar. Aunque no tengo demasiada hambre. Solo quiero tumbarme en la cama y viajar mentalmente a aquellos lugares de mi infancia, allá en Nápoles. La echo mucho de menos, a ella y a la gente con la que crecí. Ahora nada tiene sentido. Las paredes de casa son tan frías... Creo que tendré que encender las velas ya. Espero que mi marido regrese pronto de su viaje. Me aburro mucho.
¿Por qué hablo tanto de mi marido si en el fondo le odio? Me trata con cortesía, pero no como un marido trataría a la mujer que ama. No puedo quejarme, vivo a cuerpo de reina. Pero no me da lo que yo necesito.
Me quiero morir...
***
Por fin volvió mi marido. Y me trajo una noticia que no me esperaba. Va a venir el gran Leonardo Da Vinci, ¡a pintarme a mí! Bueno, mi marido dice que es un gran pintor, aunque a mí me parecen todos iguales. Será porque yo no entiendo mucho de pintura. Desde luego esto ha sido algo inesperado. ¡Creo que es lo mejor que mi marido ha hecho por mí jamás! Esto es lo que necesitaba, un poco de atención por su parte. Además, me ha dicho que lo ha hecho para que yo también quede inmortalizada en todo mi esplendor. ¿Eso quiere decir que piensa que soy guapa? Si, eso espero. Si, eso es. Debo ser guapa. Y pensar que el otro día quería tirarme por un barranco... Que tonta soy.
***
Ha venido por fin ese pintor, Leonardo. Estoy otra vez en mi habitación. Ahora es de día, una luminosa y cálida mañana. Hoy es un gran día. Leonardo me pintará, y me sacará lo más guapa posible. Claro que sí, soy muy guapa. La mujer más guapa al sur de Milán. Me voy a peinar un poco, sí. Un poco de maquillaje en los ojos tampoco vendrá mal, no. Bien, creo que ya estoy adecentada. Me voy a poner algo elegante. ¿Este conjunto azul? No, demasiado arriesgado. Probaré con este negro.
***
Cuán rápido puede cambiar el estado de ánimo de alguien. Ahora estoy posando para ese pintor. Es bastante joven, y guapo. Y también bastante simpático, vaya. Ha hecho que sonría un poco. Pero por dentro estoy destrozada. Mi marido ni siquiera se ha dignado a presentarse a la sesión de pintura. Me ha dejado aquí con el pintor y se ha ido a resolver no se qué negocio. Le odio. Definitivamente no puedo soportarle. Encima tengo que soportar esta pose falsa durante horas. Espero que acabe pronto el tal Leonardo. Es bastante incómodo mantener una misma posición durante tanto tiempo. Como se nota que no es él el que tiene que posar. No creo que le gustara. Aunque claro, estar de pie pintando a alguien también debe ser agotador... Pensándolo bien, no se está tan mal aquí.
Como no acabe pronto me voy a hartar...
***
Por fin se acabó posar para ese cuadro. La verdad es que estoy conmovida. Nunca hubiera sabido que pudiera ser tan guapa. Mi marido no ha venido aún. Que poca decencia por su parte... Leonardo se ha ido ya. La verdad es que era un buen muchacho. Espero que haya cobrado bastante por este trabajo, reconozco que soy una persona difícil de pintar. Sinceramente, me he dado cuenta de que este era un gran pintor. Ha sabido reflejar con exactitud mi estado de ánimo. Hay algo raro en el cuadro... Parece como si sonriera y llorara a la vez. Espero que a mi marido le guste.
***
Han pasado tres días, y mi marido aún no ha visto el cuadro. ¡Sinvergüenza! Estoy empezando a pensar que ha hecho el cuadro para reírse de mi situación. Lleva tres días encerrado en esa habitación, con un negocio que solo él y sus amigotes conocen. Casi no ha probado bocado. Le llevan la comida directamente a la habitación. Llevo tres días durmiendo sola. Esto no es justo. La vida no es justa. Muchas mujeres viven unas vidas felices, y son mucho más pobres que yo. En cambio, aquí me encuentro. En esta solitaria habitación de esta casa que no es la mía, porque para mí no contiene nada que quiera conservar, ningún recuerdo que quiera recordar, nada que me pueda servir para ser más feliz.
***
El atardecer. La habitación está a oscuras. Me encuentro sola, con mis preocupaciones. Nadie parece entenderme; ni yo misma a veces me entiendo. Veo el sol poniéndose por mi ventana. Los rayos de luz desaparecen poco a poco de mi vista, mientras permanezco inmóvil sentada en mi cama. “¿Qué estoy haciendo aquí?”, me pregunto a ratos. Ahora ya lo sé. Esta vida es un infierno, no es justo nada de lo que me está pasando. La única justicia que encuentro está fuera de este mundo. Por eso he tomado esta decisión... Le digo adiós a todos, los que me han tratado bien y los que no. Le digo adiós a las penas, a los sufrimientos. Le digo adiós a las cosas buenas que me fueron negadas. Le digo adiós a quien esté leyendo estas palabras. Les deseo la vida a los que la puedan disfrutar. Yo encontraré la felicidad en otro lugar. Adiós...
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